Dedicado al último aliento de
Mariano José de Larra
Me tuviste hace unas noches entre tus manos y me tentaste
hace algunos meses. Desde entonces que me dejaste reposar en tu viejo cajón del
pupitre.
Me compraste por miedo; miedo a lo desconocido, miedo a los
demás, miedo a lo que te pudiera pasar o a lo que te pudieran hacer y pensabas
que el día que me ibas a usar lo harías con valentía y sobriedad, pero no ha
sido así. Tenías miedo, es verdad, pero ese miedo residía en tu interior; en
tus deseos; en tus esperanzas y en tus ansias por cambiar el mundo. No supiste
ser feliz con lo que tenías y tu amor hacía tu amante te amargó el día tras día.
Es trece de febrero. El atardecer ha caído y ha venido a
verte Dolores. Tus ojos se han llenado de esperanza, como la flor rosada de
almendro que brota a finales de enero. Ella te ha pedido sus cartas y tú te has
negado, porque es lo único que te queda
de vuestro amor, pero al final se las has dado y para ti ha sido como si te
arrancase los últimos alientos de vida que te quedaban. Habéis discutido, le has chillado y ella se ha ido. Ha sido
entonces cuando un impulso te ha conducido hacia tu pupitre en busca de mi
ayuda…
El estruendo ha retumbado sórdido en todo el edificio y
ahora reposamos los dos en el suelo. Aún noto tu mano caliente en mi culata,
mientras humean los últimos hilos que salen de mis tripas. Al final fue ese
miedo el que te mató; fue esa ansia por cambiar el mundo; fue Dolores; fue tu
literatura; fue tu ironía la que apretó mi gatillo.
Y así se desvaneció Fígaro; así desapareció Larra.
Fyodor
Imagen: Pistolas con las que Mariano José de Larra se quitó la vida (Museo del Romanticismo, Madrid)
Imagen: Pistolas con las que Mariano José de Larra se quitó la vida (Museo del Romanticismo, Madrid)