martes, 12 de enero de 2010

Mi Merced (Poesía)


Ahora, este caballero os deleitará a su merced.

De escudero: un papiro, una pluma y negro tintero
preparados para bailes de molinos y batanes.
Los versos caballerescos consagrados al ventero,
que aguarda doncellas de burdel y soldados banales.
Añejos libros heroicos proyectaron estable locura,
en reflejos arcaicos de oxidados metales,
alegorías y epítetos remachan mi armadura,
destruida por golpes a voces de Blanca Luna.
Sus condiciones: cesar mis sueños volviendo a mi cuna,
Toboso era mi cárcel guardada por Sansón Carrasco,
amigo que encerró anhelos en un fracasado frasco...

Después de mi muerte, el escudero siguió mi legado,
siéndole fiel al corazón, dejando la mente a un lado.

Ahora, escuderos, ¿ Cuál es vuestra merced?


gbc

martes, 5 de enero de 2010

Necias Damiselas (Poesía)


Doctrinado por cercanos maestros arcaicos,
en la niñez aprendiendo de ellos para mi conducta.
Conocimientos sagrados, sin acentos laicos,
donde teorías como esta, en los más alto apuntan.
"Ama a las doncellas des del respeto,
sino acabarás en el barro más inquieto"
Quise y veneré, y aún del corazón soy recluta,
en el lodo, triste y desolada de musas fui refutado.
Ahora lo tengo más que claro,
las damiselas son tratadas como putas
y lo peor de todo, es que les gusta.

gbc

sábado, 2 de enero de 2010

Sombras y Ceniza (Poesía)

En mi mano se secaron aquellos rojizos bellos pétalos,
la fragilidad de la soledad alimentaba mis sombras
hambrientas de secos sueños añejos, los intervalos
hiperbólicos a amores de diseño ensueño con musas
floreadas de dorados rizos y creativos suaves dedos.
Qué serán de aquellas noches, aquellos días.
Qué serán de aquellas noches, las despedidas.
Estos lábiles versos, mis dolientes palabras, esa atroz voz
auguran los cantos del ave de amado plumaje dorado.
Mis cenizas quebradizas albergan mi vigor veloz,
y desaparezco, anhelando que no me odiéis por vuestro enfado.
gbc

viernes, 1 de enero de 2010

El Estrecho (Prosa)


Sus ojos oscuros anegados de lágrimas, delante una anchura de mar en un
desfiladero y al borde fondeada una chalupa.
Sus manos, gastadas de trabajos forzados en el sembradero a la luz del sol
y la luna más puta.
A sus pies, una vieja maleta repleta de recuerdos y amargas despedidas.
Su patrimono, invertido en aquel arriesgado viaje sin certeza de ser un
cuento con final feliz, mientras la muerte acecha en el estrecho sin tregua.
gbc