Para aquella mujer que siempre estuvo ahí
Contemplaba mustia la mar a media asta,
con agujas en el alma y costuras
en el pecho, alzándose dijo con finura:
- Agua que matas, solo la muerte me basta
y mientras el vaivén de las olas golpea.
Mi voz se oxida y mi piel se quiebra,
como el viento sopla despegando la hiedra,
mi vida se escurrirá entre manos que la posean.
gbc
Fotografía: desconocida
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