Cuatro asientos en una estación cualquiera. Dos asientos ocupados: uno por un hombre alto y elegante y otro por mi cuerpo perezoso. Miro a mi alrededor, curioseo por las caras y las vestimentas desconocidas de la gente al pasar. Sin darme cuenta, miro lo que hace mi momentáneo vecino de asiento. Esta dibujando trazos muy suaves encima de una libreta no muy grande con un pequeño portaminas.
Aparta la mano izquierda y la veo. Veo un esbozo de una muchacha de pelo negro, piel suave y perfectos ojos. Me quedo embobado, parece una fotografía retocada. Con calma, el dibujante la va mejorando linea a linea. Tiene la nariz pequeña y redonda, labios un poco entreabiertos dejando ver, tímidamente, unos dientes perfectos; es precisamente preciosa.
Llega mi tren. Tomo mis cosas y abandono mi asiento para sentarme en otro. Sube todo el mundo y yo, como siempre, el último. Me siento y sigo mirando al artista desconocido. Él levanta la mirada y me sonríe mientras las puertas se cierran y cortan nuestra mirada. Arranca, el tren acelera y, poco a poco, nos vamos alejando.
Un sonido estridente me despierta de un pequeño sueño pasajero. El sonido proviene de una armónica de un hombre, que como muchos, va tocando de vagón en vagón para ver si cae alguna moneda en sus frías manos.
No sé en que estación estoy. Miro por la ventana y veo una chica sentada leyenda un pequeño libro en uno de esos bancos rojos de estación. Su cara me suena, como si la hubiese visto recientemente. Ella alza su mirada de su lectura y la deja perdida en el horizonte.
Ya sé quién es, pero es real, no está hecha de trazos y sombras. Nariz redonda, dientes perfectos... precisamente preciosa. Su mirada encuentra mi ventana y mi mirada en ella. Nuestros ojo se conectan y ella me regala, tímidamente, una media sonrisa.
Arranca, el tren acelera poco a poco, nos vamos alejando y nuestra mirada queda perdida en la lejanía.
gbc
Esbozo a lápiz: O.K.
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