Día doce de setiembre. Son las 8
de la mañana y debo preparar el material para mi primera clase. Como en cada
inicio de curso, me veo sumergido en un mar de dudas: ¿Cómo serán los alumnos
este año? ¿Serán estudiosos, aplicados y fieras encuriosidas por el
aprendizaje? ¿O, más bien, serán cuerpos embriagados de pereza?
Horarios, lista de alumnos,
fichas de contenidos y evaluación, algunos libros con citas subrayadas, una
pequeña prueba de nivel… Lo tengo todo preparado. Falta aún tres cuartos de hora
para la primera clase. Me relajo y pienso en mis profesores de instituto, en
mis amigos de clase, en mis vandálicos compañeros dispuestos a sabotear
cualquier asignatura, en los directores que tuve, en mis primeros amores...
Es
la hora. Me acerco a la clase y entro sin detenerme, zambulléndome en una
burbuja de hormonas. Dejo mis cosas en la mesa. Espero su silencio y paso
lista. Empieza mi explicación.
Me presento y les digo en qué
consistirá nuestra asignatura. Intento demostrarles con palabras que la literatura
es algo más que un puñado de papeles impresos, que no solo son locos suicidas
que impregnan parte de su vida en poesías o novelas. Cito palabras de autores
celebres; hablo de escritores contemporáneos y sus método para subsistir en un
mundo capitalista; les hablo de formas de inspiración, de bebidas y alcohol; de
soportes de escritura; de movimientos literarios… Nada, sólo un par de alumnos
con los ojos abiertos como platos siguen mis palabras como un niño sigue los
bruscos movimientos de un pez en su pecera. Noto como les arde el alma y su
entusiasmo. Me encanta
En cambio para el resto de la
clase mi fervor es insuficiente para despertar sus mentes adormecidas.
Instantáneamente cambio de métodos, hago bromas sin parar, les pregunto que
opinan de lo que hablo y les hago ver algún video interesante para dejarlos
respirar. Nunca me han enseñado clase así, pero parece que funciona más que el
sistema clásico de impartir la lección.
Recojo las pruebas de nivel que les he hecho hacer y cruzo el aula. Cierro la puerta detrás de mí y dejo ir un aliviado suspiro: este curso será difícil.
gbc
Pintura de Teagan White, Back to School